EL SANTUARIO DE COCHARCAS Y LAS FUNCIONES ECLESIÁSTICAS QUE OTORGABA A LA POBLACIÓN INDÍGENA, SIGLO XVII

Detalle del lienzo de Nuestra Señora de Cocharcas, (88.6 x 76.5cm), siglo XVIII,  Brooklyn Museum. Nótese la figura de Sebastían “Quimichi” cargando la imagen de la Virgen, en una proporción considerable a diferencia del resto de los otros personajes. Esto evidencia la activa participación indígena en la fundación del Santuario de Cocharcas.

“[…] ser aceptado como cristiano se convierte en una poderosa arma defensiva que puede conducir hacia la abolición de las diferencias discriminatorias, sin que ello implique un deseo de aculturación.”[1]

Por: Angela María Concha Pacheco

Cada 08 de setiembre en el distrito de Cocharcas (Apurímac) se celebra la festividad de la Virgen de Cocharcas, imagen mariana instaurada en el año de 1598, dicha imagen se alberga dentro de una de las más impresionantes joyas arquitectónicas de la época colonial del centro-sur andino peruano.

El Santuario de Nuestra Señora de Cocharcas también es poseedora de un conjunto de documentos históricos[2] que contienen narraciones relacionadas en torno a la peregrinación del indígena Sebastián “Quimichi”, la propia construcción del Santuario, así como la creación y aportes de las diversas cofradías que existieron en toda la zona, entre otras tantas historias. Los personajes principales en estas narraciones son los indígenas como Sebastián quien trae la imagen de la virgen de Cocharcas desde Copacabana para el pueblo de Cocharcas, así como los religiosos,[3] quienes llevados por su afán de evangelizar a una población muy heterogénea producto de las diferentes reocupaciones culturales[4] y apegada a sus tradiciones idólatras[5] se posicionan como párrocos de dicho poblado.

Un tema que ha recibido menos atención, dentro de la compresión sobre el Santuario de Cocharcas, es la interacción entre el clero y las poblaciones indígenas, es decir, como fue la relación entre los sacerdotes y los curacas locales durante la colonia. Siendo más específicos como la población indígena local de Cocharcas se valió o utilizó “las funciones eclesiásticas” que un santuario e imagen religiosa de significativa importancia pudo otorgarles.  

Para ello, brevemente en el presente texto desarrollaré algunos oficios o funciones eclesiásticas que las poblaciones indígenas de la doctrina de Cocharcas han utilizado durante el siglo XVII, específicamente me baso en el accionar de Sebastián “Quimichi” y las novenarias instaladas en el Santuario de Cocharcas.

 Santuario de Nuestra Señora de Cocharcas. Año 2009. Foto de Edgard Villafuerte Acuña.

Sacristanes, maestros de capilla y fiscales indígenas

Los curas en las doctrinas andinas confiaron en ayudantes indígenas para el cuidado de iglesia y de asistir la misa. Entre estos ayudantes estaban los sacristanes, cantores y el tesorero, los cuales recibían un salario además de estar exentos de la mita. Sabine Hyland menciona que dichas funciones eclesiásticas se concedieron a los indígenas que no eran curacas para que de esta manera se difunda la exención de la mita lo más ampliamente posible a través de la comunidad.

Por una parte, el sacristán era el responsable del templo físico, incluyendo los utensilios sagrados que se encontraban en la sacristía, lugar donde se guardaban los ornamentos utilizados en el culto divino. A menudo era un compartimento cerrado detrás del altar en las pequeñas iglesias coloniales, pero en las iglesias grandes por lo general era una habitación separada detrás o al lado del santuario. El sacristán tenía como deber asegurarse que exista suficiente hostia, vino y velas para cada misa, así como supervisar la limpieza y la reparación del interior de la iglesia, en definitiva ser sacristán representaba una posición de mucha responsabilidad.[6] Precisamente uno de los primeros milagros de la Virgen que figura en el libro n° 8 de cofradía del Archivo Histórico del Santuario de Cocharcas es el ofrecido a un sacristán indígena, “[colocando] los primeros lienzos estando en los más alto se quebró la escalera y vino a tierra y cuando todos acudieron a socorrerle pensando que se avia [sic] hecho mil pedazos por que la caída fue de muy alto le hallaron sin lesión alguna a cuyo hizo en años pasados la virgen santísima avia [sic] sanado de terrible devotos”.[7] 

Por otro lado, los maestros de capilla no eran tan necesarios para una iglesia pequeña; sin embargo, para el siglo XVII hubo muchas doctrinas que estaban servidos por un maestro de capilla como el caso de Ongoy,[8] los cuales estaban encargados de la música de la iglesia, así como también entrenar a los jóvenes de la doctrina, tocar instrumentos y actuar como director de coro y banda.   Otro cargo fue el de cantor[9] entrenado para el servicio de la Iglesia, los cuales estaban exentos del tributo de la mita. El Santuario de Cocharcas tenía el culto permanente con salve todos los sábados y rosario todos los días, con misa todo el año. Para mayor solemnidad del culto había un organista y cantor bien rentado, con obligación de enseñar música a dos muchachos. Había órgano que hacia resonar todo el ámbito de la Iglesia. En 1631 se consiguió un buen órgano para solemnizar las distribuciones religiosas. Así que resultaba grandioso el culto con voces escogidas y con el sonido de un buen órgano.[10]

Por último, los fiscales eran responsables de los libros de cuentas de la Iglesia, hacían el seguimiento de los ingresos procedentes de los diezmos y de los gastos de la Iglesia, incluido los sueldos de los ayudantes laicos.

Sebastián Quimichi: El indio modelo de conversión

El ejemplo más claro de sacristán y cantor en el caso de la Iglesia de Cocharcas lo evidencia Sebastián Martín Astohuaraca,[11]  más conocido como “Quimichi”[12] nacido en 1574 en el poblado de Cocharcas,[13] descendiente de un curaca llamado Chuquisullca, indígena ladino y que Pedro Guillén de Mendoza (cura de la doctrina de Cocharcas) destaca su temprana devoción al catolicismo por realizar diversas actividades a lo largo de su corta existencia: “fue muy aficionado al culto divino […] asistiendo con mucho cuidado y vigilancia a la iglesia y en ella tenía particular gusto y consuelo de exercitarse y de ocuparse en tan buenos ministerios como son de regar y barrer la Iglesia; y cuidar de su limpieza y adorno, y juntamente tenia particular celo de enseñar a los ignorantes la doctrina cristiana”.[14]

Sebastián tenía el cargo de sacristán, así como también de cantor el cual lo ejerce en la ciudad del Cusco, garantizando una plena seguridad y respaldo legal a sus virtudes cristianas, además de ejercer uno de los oficios más codiciados por las elites indígenas.

[…] Sebastián Quimichi puesto en ejecución su intento, y llegado a la noble ciudad del Cusco; se valió de los mayordomos de las cofradías y con el amparo de ellos comenzó a aprender muchos cánticos de los ministerios de nuestra santa religión cristiana, y los cantaba con buen don aires y tan particular gracia en la vos, que causaba especial consuelo en los corazones y afectos de los que le oigan.[15]

El cantor dada su participación en el rito, es percibido como un sustituto a un sacerdocio imposible,[16] un intercesor entre Dios y su comunidad. El cantor es, para sus conciudadanos como para los españoles, el modelo de indio cristiano, virtuoso y ladino, todo cantor sabe por su oficio, leer, escribir e incluso puede poseer algún rudimento de latín.[17] Sin duda, estamos ante una práctica de élite y que muy bien lo sabía Sebastián e hizo lo posible para acceder a dicho cargo.

Pero en el Cusco no sólo consigue afianzar un oficio altamente favorable para él, sino entabla y mantiene relaciones que apoyen o avalen sus prácticas e intereses. Sebastián sabía que el primer paso -de ser reconocido como cantor- estaba dado, pero para legitimar los intereses de su ascendencia étnica tenía que ir más lejos, he aquí que la imagen religiosa y sus poderes taumatúrgicos, se develan como el medio perfecto para lograr todos sus objetivos.  Como bien menciona Sabine Hyland cuando leemos la vida de Sebastián, vemos un asistente de una joven iglesia laica, que se reúne con obispos, corregidores y los jefes de las casas religiosas, ganando su respeto y apoyo.  Además de reunir dinero y el patrocinio de funcionarios poderosos para fundar un Santuario en su pueblo natal, llegando a ser un centro religioso regional para ello viaja a Charcas para conseguir financiamiento para la construcción de la Iglesia.  

Archivo Histórico del Santuario de Cocharcas (AHSC), Cofradías, CO-FRA1.1, 1583 – 1735, fol. 06. “Relación de la imagen de nuestra señora que esta en este pueblo de Cocharca hecha por el licenciado don Pedro Guillén de Mendoza en 20 de julio de 1625 [sic] años”.

Arequipa School. Our Lady of Cocharcas on the Altar, 18th century. Oil on canvas, 34 7/8 x 30 1/8in. (88.6 x 76.5cm). Brooklyn Museum (Photo: Brooklyn Museum, 48.206.83_PS6.jpg). Nótese el detalle de la imagen de Sebastían en la parte inferior del lienzo cargando la imagen de la Virgen.

Las novenarias del Santuario de Cocharcas

Según Montesinos hubo muchos devotos indígenas que sirvieron en el Santuario de Cocharcas. Entre ellos también estaban los veinticuatro cantores que cantaban el oficio divino todos los días, y acompañaban la misa diaria y las celebraciones del día de fiesta de la Virgen de Cocharcas.[18] Así como también las novenarias que eran mujeres dedicadas a rezar una novena de nueve días en el Santuario de Nuestra Señora de Cocharcas. Como recuerdo de su visita anota lo siguiente: “Entre otras cosas particulares que vide en este santuario fue una que todos los sabados a la Salbe, y los domingos, a la missa mayor, aparece em la yglessia una alfombra con flores, delante de las gradas del altar, con tan propias labores hechas del color de las flores, que yo estuve mirando la primera y la tube por cairina alfombra, hasta que llegué a tocar el desengaño con la mano. Ocupánse en hacer estas alfombras una indias que, aviendo venido allí a hacer novenas, las detuvo aquella hermosísima, y milagrosa señora en su servicio y se llaman por esto novenarias”.[19]

Al parecer adquirir dichos ministerios u oficios no eran bien recibidos por todos los indígenas. En el año de 1659, las novenarias que provenían de diferentes lugares tuvieron más de un inconveniente con Don Martin Tisoc, cacique del pueblo de Cocharcas; Don Joseph Chinaupa, cacique principal y Don Juan Carhuaruna, mandón del pueblo de Cocharcas:

Andrés de Lagos mayordomo de nuestra señora de Cocharca digo que para el servicio de su santo templo asisten en este pueblo unas indias que se llaman novenarias que vienen de diferente partes a servir a nuestra santa a las cuales la justicia de esta provincia señalo unos pedazos de solares detrás de la iglesia para que en ellos hiciesen sus casillas y sin embargo de estar amparados en ellos los caciques y alcalde de este pueblo las inquietan no dejándolas acudir  a este santuario repartiéndolas [sic] algodón que hilen ropa que tejan y si no la quieren hacer las echan de dichos solares y el dicho pueblo con que este santuario queda solo porque lo mas del año esta su cura en otros anexos de esta doctrina y para que de aquí adelante no se las quite los dichos solares y los tengan señalados.[20]

 Incluso los caciques junto con el alcalde y mandón se oponían a abrir la Iglesia, dejándolas sin luz, aprovechando la ausencia del cura de la doctrina y ocasionando malos tratos a las mujeres novenarias que venían a servir en el Santuario, por lo que se le solicito a Fray Domingo de Cabrera Lartaun (Juez visitador) imponer graves penas a los dichos caciques y alcalde de indios como la privación de sus oficios e incluso ser castigados con todo rigor y ser desterrados del pueblo.

Mientras que las novenarias debían estar excluidas de la mita y de cualquier otro ministerio, tampoco se les tenía que cobrar ninguna tasa porque no existía obligación de darla ya que ellas estaban destinadas al servicio de la Virgen así como del Santuario, además debían entenderse con los indígenas cantores forasteros.[21]

En conclusión, podemos mencionar que las relaciones que se dieron a través del Santuario de Cocharcas fueron fundamentales pues gracias a este tipo de nexos fue posible construir e implementar dicha obra pía. Los indígenas supieron que debían demostrar ser buenos cristianos por lo que no dudaron en participar en la construcción de la Iglesia además de ser los encargados de mantener el culto a la imagen religiosa estableciendo relaciones muy cercanas con el cura. Asimismo, también los indígenas vieron en los diferentes oficios relacionados con la Iglesia una oportunidad de mantenerse activamente dentro de este nuevo sistema colonial impuesto. A través de estos oficios eclesiásticos como cantores, maestros de capilla, sacristanes y fiscales, evidenciamos dentro del Santuario de Cocharcas dos casos muy importantes, primero el caso de Sebastián “Quimichi” quien se relaciona tanto con obispos como con sacerdotes y es cantor en la Compañía de Jesús del Cusco, y segundo las novenarias, quienes se dedican a servir a la Virgen de Cocharcas. Sin lugar a dudas servir a la Virgen de Cocharcas fue una forma de adquirir algunos beneficios que de otra forma hubiera sido complicado acceder, pero sobre todo, es también una forma de resistencia de las poblaciones indígenas que a través de los oficios que la institución de la Iglesia les otorgó, supieron adaptarse y asimilarse al nuevo sistema colonial impuesto.

FUENTES PRIMARIAS

Archivo del Santuario de Cocharcas – Apurimac (AHSC).

Cofradía. CO-FRA1, 1, siglos XVI – XVII – XVIII. “Libro que contiene la erección, breves pontificios y constituciones de la cofradía de Nuestra Señora de Cocharcas y los antiguos inventarios de los paramentos santos y de los títulos de sus tiendas”.

Cofradía. CO-FRA1. 7, años 1604-1686. “Libro de los gastos de la construcción de la obra del santuario de Cocharcas, y de las limosnas que van adquiriendo de los diferentes hermanos cofrades sencillos y 24 como también las relaciones del lugar de origen de los diferentes cofrades desde 1604-1686”. 

Cofradía. CO-FRA1. 8, años 1605-1679, siglo. XVII.Libro de la Cofradía de Cocharcas”.

Biblioteca Nacional del Perú

BN, C1861, 1714. “Juicio de residencia del corregidor Gabriel de Aldunate y Rada”.

FUENTES IMPRESAS Y LIBROS MANUSCRITOS

GAMBOA ANTESANA, Manuel

[¿1912?]                “Noticias sobre la venida de la virgen de Copacabana”. Ayacucho: Imprenta El Progreso.

MINIMUS

1941                    “Santuario de Cocharca”. En: Huamanga órgano del “Centro Cultural de Ayacucho”, n° 44, pp. 3-6, Ayacucho.

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1958 [1906]           Anales del Perú”. Publicados por Víctor M. Maurtua. 2 volúmenes.  Madrid: Impr. De Gabriel L. y del Horno.

MONTES, Emilio

1886                       “Breve Reseña Histórica del santuario de Cocharcas”. Cusco: Imprenta de Manuel F. Minauro.

OLIVAS ESCUDERO, Fidel

1913                       “Flores de Santidad en el ameno jardín de la Iglesia de Huamanga”. Ayacucho.

BIBLIOGRAFÍA

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2013                       Los Chancas. Investigaciones arqueológicas en Andahuaylas (Apurímac, Perú). Instituto Frances de Estudios Andinos – IFEA; University of Illinois at Chicago.

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2010                       “Transcripción paleográfica del libro 01 de cofradías del Archivo del Santuario de Cocharcas”. En: Informe final, componente de Investigación histórica. Obra: RPV/MHA “Iglesia Nuestra Señora Virgen de Cocharcas” (Chincheros-Apurímac). Cusco.

2013                       “Espacios de inclusión y exclusión: Etnias, ayllus y cofradías en la conformación de la doctrina eclesiástica de Cocharcas 1570-1614”. En: Cuadernos de Investigación Universitaria N° 01, pp. 45-70.

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1993                       “Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española Huamanga hasta 1640«. España: Alianza Editorial.


[1] Estenssoro, Juan Carlos. Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo, Lima, 2003, 442. 

[2] El Santuario de Nuestra Señora de Cocharcas cuenta con un archivo histórico parroquial, donde se halla documentación desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Ver Concha-Villafuerte, El archivo histórico del Santuario de Cocharcas. Historia, catalogación documental y transcripción paleográfica. Revista del Archivo General de la Nación N 32, 2017, pp. 287-309.

[3] Sabine Hyland en su obra: Los chancas y el sacerdote: Una historia de asesinatos y exilio en los Andes peruanos menciona que en la región alrededor de Andahuaylas, no existían asentamientos de las órdenes religiosas. En otras palabras, a excepción de ocasionales jesuitas que pasaron por las misiones temporales. Todos los sacerdotes católicos, por lo tanto, eran clérigos seculares, directamente responsables ante el Obispo.

[4]Básicamente las reocupaciones culturales que se dieron en la zona fueron tres: Fase Qasawirka (300 a. C.-1000 d. c.), Fase Chanca (1000-1400 d. c.), Fase Inca (1400-1532 d. c.). Asimismo tanto las referencias históricas y arqueológicas, así como las prospecciones realizadas por la Dirección Desconcentrada de Cultura Cusco (DDC-C) en la zona evidenciaron la existencia de un camino prehispánico el cual interconecta centros ceremoniales entre sí, como es el caso del Ushnu de Uranmarca (Chincheros), Ushnu Lima Qawarina (Uripa-Chincheros), Centro Ceremonial de Cocharcas actual Santuario de Nuestra Señora Virgen de Cocharcas. Asimismo la presencia de plataformas como en Cabilduyoq (Cocharcas) y otros por descubrir, son evidencias claras que estamos hablando de zonas claramente sagradas.

[5] Al respecto Manuel Gamboa Antesana menciona lo siguiente: “No se dude que antes los habitantes de Cocharcas eran idólatras, pues que, en el lugar donde adoraban al enemigo, está el altar mayor de este magnífico templo. Dios lo habría permitido así. Ahí donde arrecia el viento impuro de la maldad i la corrupción, colocó el baluarte anti idolátrico, para la salvación de la humanidad que pulula en el universo” (reproducido en la publicación del Obispo de Ayacucho Doctor Fidel Olivas Escudero en su libro “Flores de Santidad en el Ameno Jardín de la Iglesia de Guamanga”, Ayacucho, 1913).

[6] Hyland, Sabine, Los chancas y el sacerdote: Una historia de asesinatos y exilio en los Andes peruanos. Penn State University Press, 2016.

[7]AHSC, CO-FRA1. 8; Montesinos, Fernando de, Anales del Perú, Publicados por Víctor M. Maurtua, 2 volúmenes, Impr. De Gabriel L. y del Horno, Madrid, 1906 [1640]: 143.

[8] En el pueblo de Ongoy la iglesia fue atendido por un maestro de capilla, una de ochenta años llamado Don Juan Copa Casani, y al menos dos cantores tiempo completo, Pascual Paucar (30 años) y Andrés Puclla (44 años de edad) (BN, C1861, 1714, Juicio de residencia del corregidor Gabriel de Aldunate y Rada).

[9]El virrey Toledo fijó la legislación que reglamenta los cargos de cantor como fiscal de doctrina, documentados desde la década de 1550, cuya implantación por todo el territorio seguirá grosso modo las políticas de reducción (Véase Guigovich, Pedro, La educación en el Perú colonial: fuentes e historiografía, en: Histórica, Vo. 17, No. 2, 1993: 272-296; Estenssoro, Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo. 1532-1720, Pontificia UniversidadCatólica del Perú-Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 2003). Entre los cantores del Santuario de Cocharcas encontramos en el año de 1623 a Juan Tomaylla y Juan Taycuri los cuales recibían por este oficio la cantidad de 4 pesos, como reza en la documentación del Archivo del Santuario de Cocharcas: “Para las tasas de dos cantores Juan Tomaylla, Juan Taycuri, tercio de navidad 4 pesos […](AHSC, CO-FRA1.7, 1632).

[10]Minimus, Santuario de Cocharcas, en: Huamanga órgano del “Centro Cultural de Ayacucho”, n° 44, pp. 3-6, Ayacucho, 1941: 5.

[11]  La ascendencia cacical de Sebastián por línea materna, está claramente vinculada a etnias originarias del lugar, dado que el apellido Astohuaraca hace referencia a una estirpe mítica de élites indígenas de la cultura denominada Chanca. Astohuaraca  proviene de los “generales” o “guerreros” Chancas como Tumay Huaraca y Hastu o Astu Huaraca que ocuparon el valle del río Uramarca; este valle después fue descrito por Cieza de León como valle del río Vilcas (actualmente es conocido como río Pampas). No cabe duda que dicha estirpe Chanca tuvo que relacionarse o vincularse con los mitmacunas que después ocuparon su territorio por disposición Inca, trasplantando a diferentes etnias como los Huamachucos, Chachapoyas y Caxamarcas, todos del norte del país. Para cuando llegaron los hispanos, en esta zona se conformaron “nuevos pueblos” a través de las reducciones de indios (1571), creándose así los pueblos de Cocharcas, Uchubamba, Cayara y Uranmarca, que encierran una diversidad étnica única e histórica, con una confluencia y variabilidad de ascendencias y descendencias étnicas complejas. Véase para la ascendencia y descendencia de los Astohuaraca (Rostworowski, María, Pachacutek, IEP, Lima, 2001:76-77). Para la estructuración y desestructuración de la población étnica en el valle septentrional del río Pampas (Stern, Steve, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española Huamanga hasta 1640, Alianza Editorial, España, 1993: 62-69; Huertas Vallejo, Lorenzo, Conformación del espacio social en Huamanga, siglos XV y XVI, L. Millones (ed.); H. Tomoeda; T. Fuji, en: Historia, religión y ritual de los pueblos ayacuchanos, (pp. 7-28), National Museum of Etnology, Osaka, 1998: 15-20; Concha, Angela María-Villafuerte, Ivo Edgar, Espacios de inclusión y exclusión: Etnias, ayllus y cofradías en la conformación de la doctrina eclesiástica de Cocharcas 1570-1614, en: Cuadernos de Investigación Universitaria N° 01,  2013: 56-60).

[12]Sebastián adquiere la denominación de “Quimichi” cuando realiza sus peregrinaciones, dado que su apellido indígena Astohuaraca significa, según los diccionarios de Domingo de Santo Tomas (1560) y Gonzales Olguín (1608): Asto o astu: caminante, andariego, el que se muda a todas partes; Huaraca: onda. Siendo así que Astohuaraca significa la “onda andariega”, y que tendría su equivalente con “quimichi” o “quimichu”, que significa: el que camina o caminante.  Este sobrenombre se fue ganando por sus constantes peregrinaciones y trajines que realizó por el sur del Perú y Alto Perú colonial a finales del siglo XVI.

[13] El año de su nacimiento es una inferencia que se saca a partir del análisis del libro 01 de cofradías por las referencias que mencionan su edad y el año de su muerte, así como por el testamento dejado en Cochabamba (Bolivia).  Así tenemos que cuando Sebastián inicia su peregrinación contaba con la edad de: “…era cómo de veinty tres años al parecer de pocos más o menos de buena  fhilosomía [sic] en el rostro, y de disposición a proporcionada…”. Pero Sebastián muere en el año de 1600, pasando tres años desde el inicio de su peregrinación por el Cusco y el Alto Perú (1597). Siendo así que Sebastián muere a los 26 años de edad, esto último ratificado por su testamento. Esta aseveración fue acogida también por Emilio Montes (1888), el obispo Fidel Olivas Escudero (1913) y el monseñor Enrique Pelach y Feliu (1972). 

[14] AHSC, CO-FRA1.1, f. 06r.

[15] AHSC, CO-FRA1. 1, f. 07v.

[16] No olvidemos que el ejercicio del sacerdocio fue negado a la población indígena prácticamente toda la colonia, los tres primeros Concilios Limensos obviaron el tema (Estenssoro, Juan Carlos, Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo. 1532-1720, Pontificia UniversidadCatólica del Perú-Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 2003).

[17]Estenssoro, Juan Carlos, Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo. 1532-1720, Pontificia UniversidadCatólica del Perú-Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 2003.

[18] Montesinos, Fernando de, Anales del Perú, publicados por Víctor M. Maurtua del Instituto Histórico del Perú, 2 t., Madrid, 1906: 142.

[19]  Ibídem.

[20] AHSC, CO-FRA1.7, 1659.

[21] AHSC, CO-FRA1.7, 1659, Fol. 112. Por este suceso Fray Domingo de Cabrera Lartaun procedió a dar amparo y acomodamiento a las indígenas de Cocharcas ofreciéndoles siete fanegadas de tierra y todos los beneficios antes mencionado, asimismo dichos beneficios también fueron otorgados a los indígenas forasteros que tenían el oficio de cantores (AHSC., CO-FRA1.7, 1659, Fol. 112).

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